Historia de Torreón
La ciudad de Torreón, está ubicada en el norte de México, en el estado de Coahuila. Junto con las ciudades de Lerdo, Matamoros y Gómez Palacio conforma la llamada Comarca Lagunera. Esta comarca es una de las áreas urbanas más importantes del país, concentrando una gran actividad comercial e industrial.
El nombre “Torreón” se debe a las construcciones del año 1850, precisamente de torreones, erigidas con la finalidad de vigilar la ciudad.
En la historia de la ciudad de Torreón se distinguen cuatro grandes etapas o épocas:
- Época Prehispánica
- Época Colonial,
- Siglo XIX y el ferrocarril
- Siglo XX y la Revolución Mexicana.
Época Prehispánica
Esta época refiere al período anterior a la colonización y conquista española, proceso que ocurre a partir del año 1519. Su historia comienza con la llegada de los primeros pobladores a la región. En el caso de Torreón, ubicada en la zona norte del país, sigue un proceso histórico muy diferente a la región sur.
Según algunos estudios realizados por arqueólogos y antropólogos especializados en de este tema, en México las sociedades prehispánicas se desarrollaron en tres áreas muy diferentes:
- La región norte, que se extiende aproximadamente hasta el trópico de Cáncer. Esta área es conocida como Aridoamérica (por las características áridas de sus tierras).
- La zona sur de México, en la que se desarrolló la civilización conocida como mesoamericana.
- Otra zona que se forma como consecuencia de un proceso progresivo de sedentarización de ciertos pueblos del norte del país. Esta área es conocida en la historia con el nombre de Oasisamérica.
En el caso concreto de la ciudad de Torreón, como parte de la región norte del país, vivió su etapa prehispánica con las características de las tribus indígenas nativas de Aridoamérica.
En un comienzo esta región estuvo completamente cubierta por el mar. A través de miles de años de evolución se formaron las montañas de esta zona. Al final del período mesozoico so formaron dos ríos muy importantes que atraviesan las zonas de praderas: el río Aguanaval y el río Nazas. Ambos desembocan en grandes lagunas que dieron precisamente el nombre a la región: Laguna de Mayrán y Laguna de Viesca.
En las zonas aledañas a los mencionados ríos de Aguanaval y Nazas, se instalaron las primeras tribus. Registros históricos indican que esto sucedió hace más de 11,000 años. Algunas de esas tribus serían los Caviseres, Nauopas y Paoquis.
Poco es lo que se sabe en cuanto al desarrollo de estos grupos, sus costumbres y estilos de vida. En general y a diferencia de lo que ocurrió con otras comunidades, como los mayas o aztecas, estos grupos nativos del norte del país no registraron importantes avances tecnológicos o sociales. No obstante, es muy probable que su historia haya sido mucho más rica que lo que se conoce acerca de ella.
La historia de las distintas comunidades que vivieron en el “México Prehispánico” es conocida fundamentalmente gracias a la arqueología. Esto es así porque no en todos los pueblos del país se desarrolló la escritura en esta etapa de la historia; también hubo casos en los que el proceso de conquista española fue más violento, destruyendo registros y rastros de los pueblos conquistados.
En ocasiones se hace referencia a los nativos del norte de México con el nombre de “Chichimecas”, un término despectivo aludiendo al exacerbado salvajismo y violencia con la que se encontraron los primeros conquistadores españoles.
En contrapartida a la falta del registro y legado prehispánico de los nativos de esta zona del país, el rol que precisamente los estados del norte de México jugaron en su proceso de independencia fueron claves y definitorios. Un claro ejemplo de ello es el estado de Coahuila de Zaragoza, el cual incluía antiguamente al actual estado norteamericano de Texas.
Las regiones sur y centro del país fueron las primeras en ser colonizadas, ya que las condiciones hostiles del clima en la zona norte no facilitaban el desarrollo de una buena calidad de vida.
Época Colonial
Los registros históricos indican a 1513 como el año en que comienza la exploración española. La primera provincia en territorio mexicano fundada por la entonces Nueva España, fue Nueva Vizcaya.
En las décadas posteriores se fueron colonizando gradualmente otras provincias bajo la gestión y liderazgo de Francisco de Ibarra. Cuando se descubrieron importantes yacimientos de plata el proceso de conquista fue avanzando más hacia el norte de la zona de Zacatecas, donde fue apareciendo el preciado metal.
Una vez fundada Nueva Vizcaya, se fueron incluyendo otras áreas como Sinaloa y Sonora en la colonización que avanzaba rápidamente. La región pasó a estar bajo la jurisdicción y administración de la “Real Audiencia de Guadalajara”.
Según la documentación registrada, las primeras expediciones estuvieron a cargo de Fray Pedro Espinareda en 1566; dos años más tarde aparece la figura de Francisco Cano como otro líder de exploraciones en la región.
En el año 1777, tuvo lugar la Reforma Barbónica la cual implicó una organización política distinta. Se creó la “Comandancia General de las Provincias Internas”, la cual fue una entidad independiente y autónoma del Virreinato.
Esta Comandancia, creada por el rey Carlos III, le otorgaba al comandante general potestades similares a las que tenía el virrey de Nueva España. No obstante, posterior a su creación, alternó períodos de autonomía con otros de obediencia casi absoluta al virrey.
A su vez, la autonomía fue parcial, ya que solo en aspectos administrativos y militares la Comandancia podía decidir. No obstante tuvo un permanente apoyo financiero de Nueva España.
Siglo XIX y el Ferrocarril
En el año 1848, precisamente el 24 de abril, se registra la compra de una hacienda llamada “San Lorenzo de la Laguna” por parte de Leonardo Suloaga y Juan Ignacio Jiménez. Esta hacienda prontamente pasaría a convertirse en la Hacienda del Torreón. En 1850 se construye el primer torreón y de ahí la ciudad toma su actual nombre.
Gradualmente la población fue en aumento y las construcciones, hasta el momento en su gran mayoría de estilo “ranchos”, se fueron extendiendo hacia la periferia de la ciudad.
En 1879, Andrés Eppen se convierte en una figura influyente en Torreón. Participó directamente de las obras de la presa del Coyote así como vigiló muy de cerca la actividad agrícola. Los rendimientos de la misma empezaron a crecer y se hacía necesario generar y reforzar medios de transporte que permitieran su comercialización.
Es en esta época en que sucede la llegada del ferrocarril y con ella, el crecimiento y consolidación de Torreón como población y centro comercial. El 24 de Agosto de 1883 se firma un contrato entre la Señora Zuloaga y Eppen, a través del cual se cede un terreno para la construcción de una Estación de Ferrocarriles.
El 23 de Setiembre de 1883 se crean las vías de acero destinadas a la circulación del ferrocarril que llegarían hasta el Rancho del Torreón. El tránsito desde y hacia la frontera de Estados Unidos fue un factor clave en el desarrollo de la ciudad y sus medios de transporte. En donde hoy se ubica la actual ciudad de Torreón se construyó justamente eso, un torreón (edificación con forma de torre) con el objetivo de vigilar el tránsito por las avenidas del río.
A partir de entonces, el tren cada día comenzó a circular a través de un puente de madera sobre el río Nazas. En 1885 se registra una fuerte crecida del río que arrastra el puente con el consecuente cese del paso del ferrocarril hasta su restauración, la cual incluyó otras obras muy importantes para el crecimiento de la ciudad.
De hecho, en 1888 y como parte de esas obras se concreta el empalme de la vía férrea Central con una vía internacional, quedando así la ciudad de Torreón directamente conectada con Estados Unidos.
De manera paralela, Andrés Eppen venía trabajando en un proyecto de ampliación y construcción edilicia en entorno a la Estación ferroviaria. Fue un trabajo en el que se depositaron muchos recursos materiales y humanos. La obra estuvo a cargo del Ingeniero Federico Wulff y conjuntamente con Eppen diseñaron la distribución de las manzanas así como sus dimensiones.
Fue este un período clave en la urbanización de la ciudad. A modo de anécdota, hubo un error en el cálculo inicial de las dimensiones de las manzanas, el cual tras haberse corregido benefició a los propietarios con parcelas de mayor tamaño. Parte de la corrección buscó evitar conflictos locales por lo que Eppen autorizó el mayor tamaño de las propiedades para no tener reclamos.
En la medida que el Ferrocarril Internacional comenzó a llegar a la zona, mayor cantidad de colonos comenzaron a arribar con el objetivo de instalarse en la nueva y próspera ciudad de Torreón. Se dice que los salarios de quienes trabajaban en el ferrocarril eran altos y con el tiempo fue aumentando la cantidad de vehículos que llegaban a la ciudad para recoger o entregar mercadería. Este hecho fue un componente importante para la prosperidad de la ciudad.
De manera natural fueron surgiendo necesidades de variados servicios y comienzan así pequeños proyectos industriales que más tarde adquirirían una envergadura mayor. Este fue el caso de la primera fábrica de Torreón: una fábrica de tejidos de algodón e hilados.
La empresa manufacturera se llamó “La Constancia”, comenzó a producir en Agosto de 1890 y lo sigue haciendo hasta el día de hoy. En 1891 el emprendimiento producía 200 unidades de telares que eran comercializadas a través del ferrocarril a otras regiones del país y a Estados Unidos.
Seguidamente, se instala en Torreón otra importante empresa manufacturera llamada “La Alianza”. En este caso, el rubro fabril correspondía a jabones y aceites. Al igual que La Constancia, esta empresa también jugó un rol clave para la continuación del desarrollo industrial de la ciudad cuya expansión era inminente.
En este escenario de constante crecimiento de las inversiones, sobreviene la necesidad de crear una “protección fiscal” de los capitales correspondientes. Es así que José Garza Galán, en este entonces Gobernador Constitucional de Coahuila, crea un decreto a través del cual exonera durante tres años determinados impuestos a quienes inviertan en la ciudad.
El movimiento ferroviario continuaba acrecentando el tránsito de bienes y servicios en Torreón por lo que prontamente se hizo necesaria una organización administrativa y política tal que asegurara el orden y cumplimiento de los decretos y controles definidos.
Se designa una comisión de control del Ejecutivo del Estado y esta propone además, que Torreón adquiera la denominación de Villa. Fue el 22 de Noviembre de 1890 el día en que se decreta el reconocimiento de Villa para la población de Torreón. No obstante, poco tiempo después y tras la caída del cargo del Gobernador del Estado, los opositores a su gestión lograron aplazar la aplicación de dicho decreto. Tres años más tarde Torreón recobraría la denominación de Villa.
1893 fue un año muy particular para Torreón, conocido como “el año del hambre”. Tras sucesivos períodos de sequía sobrevino una situación de crisis y recesión económica. Hacia fines del año siguiente, la situación comienza a revertirse. Tras la reelección de Villanueva como Presidente Municipal, comienza un período de reactivación comercial así como nuevas negociaciones agrícolas impulsadas por el Municipio.
En 1895, Torreón tuvo que enfrentar un nuevo desafío: esta vez una serie de enfermedades epidémicas causó una de las mayores mortandades hasta el momento. Entre los principales factores que explican este suceso se encuentran las deficientes condiciones de salubridad, la carencia de médicos y la falta de medicinas adecuadas para combatir los microorganismos que causaban dichas afecciones.
Al terminar el siglo XIX, el censo indicó que la población de Torreón era de 11,373 habitantes. De ese total aproximadamente 4,000 personas residían en el centro de la ciudad.
Siglo XX y la Revolución Mexicana
La Revolución Mexicana fue el hecho político que definió la historia de país durante el siglo XX. Comienza el 20 de Noviembre de 1910 y en cuanto a la fecha de su finalización hay distintas hipótesis, si bien la mayoría concuerdan en el que ocurre en 1920.
De una manera simplista, puede considerarse a la Revolución Mexicana como una sucesión de diferentes revoluciones que se dan en esa década. Fue un hecho de alcance nacional e incluso internacional, dada la intervención de Estados Unidos. Torreón tuvo un protagonismo marcado en la revolución, pues en esta ciudad se organiza una de las conspiraciones más importantes y se convierte en base militar.
Los antecedentes de la revolución comenzaron a gestarse muchos años atrás y fueron de orden económico, social, cultural y político.
Desde 1876 y durante 34 años, el país estuvo bajo el mandato dictatorial de Porfirio Díaz. Durante este período México en general vivió tiempos de bonanza, con un sostenido crecimiento económico y notoria estabilidad política.
No obstante, en ciertos sectores de la sociedad se sufrían carencias económicas las cuales comenzaron a generar crecientes disconformidades con el gobierno de Porfirio.
Como parte de los principales antecedentes económicos y sociales de la revolución mexicana se destaca la gestión de las tierras y propiedades que realiza el presidente Díaz.
Entre los años 1889 y 1890 el gobierno ordenó que las tierras que hasta entonces eran comunales pasaran a ser parcelables. A su vez quienes fueron los primeros propietarios de esas parcelas, por no estar acostumbrados a la administración de una propiedad privada, fueron estafados. Luego continúa otra serie de leyes tendientes al deslinde de propiedades y gradualmente fue generándose una situación de caos.
Como consecuencia del desorden e inequidad generado, comienzan las primeras acciones de rebeldía en contra del gobierno del presidente Díaz.
Otro elemento, considerado como desencadenante de la revolución fue la intensa crisis que sufrieron Europa y Estados Unidos hacia 1907. Estos lugares eran los principales destinatarios de la producción industrial de México en ese momento. Al caer abruptamente las exportaciones rápidamente se generó una crisis económica en el país.
Paralelamente, en los años 1908 y 1909 México sufre una de sus mayores sequías. La actividad agrícola entra también en recesión. La compleja situación afectaba así a todos los sectores de la actividad económica del país y la imagen presidencial comenzó a desacreditarse abruptamente.
Un factor social que es considerado clave en esta etapa, es la forma en que se legislaba. Las leyes no solían aplicarse y la clase trabajadora sufría una fuerte desvalorización. Los obreros eran considerados, en general, como esclavos llegando casi a una situación de feudalismo.
Dado que la represión cobraba fuerza ante los ojos de intelectuales, surgieron distintos movimientos obreros con el fin de defender sus derechos.
Culturalmente, el cuestionamiento de la corriente positivista imperante a principios del siglo también fue un componente importante. La clase mestiza comenzó a reclamar una mayor participación a la hora de tomar decisiones. Simultáneamente, el concepto de superioridad o sobrevaloración de los científicos decae. Estos, muy influyentes en el gobierno, ya no son vistos como los únicos capaces de gobernar.
Los antecedentes políticos fueron los que finalmente terminaron de desatar la revolución.
El sistema político del presidente Porfirio Díaz entró en una crisis del tipo “generacional”. Los hombres de política que hasta el momento definían el destino del país eran mayores y permitían que las nuevas generaciones tuvieran acceso a estos cargos.
Por otra parte, la estrategia del poder de Díaz estaba basada en un equilibrio de poderes que mantenía su grupo en conjunto con los seguidores de Bernardo Reyes, los llamados “reyistas”. Dado que el presidente Díaz era muy mayor fue cobrando fuerza la inquietud de quien sería su sucesor. De esta manera, el grupo de científicos quiso reducir la presencia política de los reyistas y así estos pasaron a formar parte de la oposición.
En 1908, cuando se difunden las declaraciones que Díaz realizó en una entrevista para la “Pearson´s Magazine”, es que comienza el fin de la paz.
En dicha entrevista, Díaz, aseguró que no deseaba la reelección. Estas declaraciones dispararon el fuerte interés de Francisco Madero por consolidar un partido político que fuera el contrincante y eventualmente el vencedor frente a los partidarios del gobierno de ese momento.
Cuando Díaz lanza una nueva candidatura, Madero fue acusado por sedición y enviado a la cárcel. En Torreón, como en muchas otras regiones del país, los simpatizantes de Madero fueron perseguidos de forma violenta. Algunas de ellos ya se encontraban en prisión antes de comenzar la revolución, entre los que se destaca Manuel Oviedo, quien fue uno de los principales conspiradores en Torreón.
Esto provocó varias batallas para defender a los maderistas. En 1911 se ataca la ciudad de San Pedro y Torreón se transforma en una importante base militar. El 15 de mayo de ese año los maderistas toman la ciudad asesinando muchos pobladores de origen chino que se habían radicado en la región.
En 1913 las fuerzas de Francisco Villa invaden Torreón y provocan diversos incendios de los cuales aún se pueden observar rastros, en las compuertas de los tajos de Torreón, en la Casa Colorada y el Casino de la Laguna.
A pesar de la revolución que convulsiona al país entero, Díaz gana las elecciones de este período. Por su lado, Madero logra escapar de la cárcel y huye a Estados Unidos. Desde allí planifica el ataque, el cual se concretó en un conflicto armado en diferentes áreas de México. Finalmente Díaz renuncia y se exilia en Francia.
En 1911, se celebran elecciones en el país y Madero pasó a ser el nuevo Presidente de México. Desde el inicio de su mandato, Madero mantiene grandes diferencias con los grupos revolucionarios. Rápidamente se desata una rebelión contra el gobierno.
En 1913, ocurre un golpe de estado en el que Madero, el vicepresidente Suárez y el hermano del presidente son asesinados. El militar Huerta asume la presidencia e inmediatamente recibe la reacción negativa de distintos jefes revolucionarios. Al año siguiente, Huerta renuncia y sale del país.
A partir de estos hechos, se profundizan las diferencias entre quienes habían luchado contra Huertas. Continúa así en el país la revolución. En ese entonces el líder de la misma, Carranza, llama a todas las fuerzas del país a definir un líder único. De esa convocatoria surge la designación de Eulalio Gutiérrez como presidente.
Prontamente se reinicia un clima hostil, cuando Carranza no reconoce al presidente Gutiérrez y termina por convertirse él en el nuevo presidente del país en 1917.
Si bien no existe un consenso acerca de cuándo concluyó el proceso revolucionario, muchos coinciden que es en esta etapa en la que comienza a cerrarse el ciclo de la revolución y se proclama la Constitución mexicana.